lunes, 19 de enero de 2009

Ausencia.

Para aquellas mujeres que aun caminan… A las madres que siguen buscando a sus desaparecidos, y que ya no sienten temor

Porque insistes en decir que no soy, porque insistes en decir que no puedo, que no tengo razón, que tú palabra es siempre adecuada, y la mía siempre desatinada. ¿Por qué ves enemigos dónde no los hay?

¿Qué debo hacer para hablar?, ¿a quién puedo preguntar?, si cada vez que lo hago me dicen que no existo, que si hablo no entro, que si entro debo callar. ¿Cuándo podré decirte que no soy la culpable? Miremos juntos el camino, y respóndeme con franqueza, ¿qué mal te he hecho yo?, si lo único que te pido es un poco de atención y que me dejes decir a dios a los que no han de volver.

Déjame de perseguir, no busques más, aquí estaré yo para verte a los ojos. Mi paciencia estará hasta el último halo de aliento que me quede. Puedes escindirme, desvanecerme, maquillar mis manos y pies con el tinte carmesí de mis venas, tomar mi cuerpo si lo deseas, poseerlo en la carne, pero no me tendrás.

Sólo quiero que me escuches, que me reconozcas, y no me niegues que existo, pues tú sabes que siempre estoy parada frente a tu ventana mirándote fijamente, en espera de alguna respuesta.


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