viernes, 29 de marzo de 2013


Compras inusuales

Comprar un libro debe tomar su tiempo; se me parece en la manera en que entras a una tienda de ropa o de abarrotes. Primero te acercas con cautela, observas por todos sus lados, arriba, abajo, izquierda, derecha, revisas con sospecha la portada, cubierta, lomo, solapa, tomas menos de un minuto para leer las anotaciones de fábrica: hecho en, su historia personal, talla, personajes; con lentitud descubres sus páginas, empiezas a olerlo, criticarlo (sin saber si aciertas), te corrompen las páginas o te atolondran, te lo pruebas, durante segundos piensas si te lo vas a poner o no, si tienes más de esos en el armario o la alacena, si lo llevarás durante las tardes o en las mañanas de lluvia envuelto en bolsa plástica de  líneas verticales blancas trasparentes y azul celeste, en los buses, en la oficina, con frío o calor, en fin. Al final de esa pesquisa el mundo te despierta del trance de cinco o siete minutos, miras el precio, y recapitulas si los billetes estrujados que llevas en el bolsillo te alcanzan para dos hojas o todo el libro, si no, te das media vuelta e inicias el proceso o esperas a otro día.