miércoles, 20 de mayo de 2009

Tiempo y distancia.

En la física el movimiento rectilíneo
viaja de la mano con el tiempo,
la velocidad y la distancia.
El tiempo y la distancia
te orientan en la vida,
te llevan a decir buenos días,
buenas tardes,
buenas noches,
dos metros, tres metros,
una cuadra, un kilómetro.

Tiempo y distancia
implica el ejercicio incuantificable e impensable,
para un “ingenuo” mortal,
de explicar y comprender que las estrellas se mueven,
que la tierra ya no es el centro del universo,
y que las guerras no son tan lejanas.

Tiempo y distancia:
“precisas”, “imprescindibles”,
“perfectas”, “lógicas”,
por si mismas inmortales.

Sin embargo,
lo único que puedo extraer de ellas,
es que el tiempo
y una distancia prudente (que puede llegar a ser obsesiva),
entre dos cuerpos (ella y yo) es necesaria,
para comprender que ya no estamos juntos,
y para que mis manos
se acostumbren a no volverla a tocar otra vez.

Tiempo y distancia:
“métricas”, “conmensurables”,
“eficaces”, “existentes”,
“reales”, “inexpugnables” y “válidas”
para cualquiera que silencia
su voz y recuerdos.

Pero lo más importante es que las calles,
edificios, parques y ebrios,
con el tiempo,
ya no extrañaran tus pisadas,
el olor a suavizante de tus prendas,
y tú perfume de flores.

lunes, 11 de mayo de 2009

Treinta y cuatro.

Entre la multitud de los buses,
la infestación del humo de los carros,
y la calle treinta y cuatro te marchaste.
Te fuiste como siempre:
impasible, con una sonrisa,
plena, suelta y alegre;
A veces dices adiós, otros días hasta pronto,
bye, auf wiedersehen, sayônara, au revoir…

Pero más allá de cualquier cosa,
siempre te vas, y yo me quedo mirando las placas
del autobús en el que te marchas, a la espera que
por casualidad te asomes por la
ventana trasera.

Cuando te pierdes en el horizonte de las calles,
mis pasos se sueltan, trato de sonreír,
tomo lo gris y oscuro,
las basuras, las envolturas de cigarrillos y
de dulces, y trato de escribir una poesía
nacida en la boca de conductores de camión,
en plazas de mercado, y de sórdidos lugares.

Al terminar de escribir, veo que
deambulé por parques extraños,
en donde jugaban al fútbol obreros
y mecánicos. Al observarlos en su trajín
no sé porque recordé, que mis palabras
se enredaron en tú pelo,
y quizás no lo notaste.


lunes, 4 de mayo de 2009

Silencios.

Estuve pendiente de tú mirada y de tus uñas carmesí.

Estuve al tanto de tus ojos y aretes negros,

también me fije en tú camisa,

en tus caderas, manos y calzones de rayas.


Te miré fijamente, y traté de adivinar tus labios.

Me reí contigo y de ti,

de los recuerdos pasados que no fueron pocos,

del café negro, y mi extraño sentido del sin sentido.


Gocé de tus insultos,

de tú religión y agnosticismo,

gocé escudriñándote con mi olfato;

traté de ser locuaz pero no pude,

pues tan sólo me salió

una tonta notita en una estampilla

de una cerveza.


Al final del día, ya bajo la lluvia,

palmoteo por aquel encuentro casual:

hasta luego.