viernes, 30 de enero de 2009

Significados

Tomando un poco el ejemplo de Señor A. Bierce, quiero poner mis propias definiciones del mundo y de las cosas. (Para mayor detalle, ver el Diccionario del Diablo).


Azucena, Nombre científico o latino: Lilium spp. Nombre común o vulgar: Azucena, Lilium, Martagón. Familia: Liliaceae (Liliáceas). Con un linaje así vale la pena regalar una. Con un dólar se puede comprar una.

Autodefensas, Grupo elegido por la nobleza para proteger a la sociedad de fuerzas oscuras y malévolas. Pero en la actualidad ya no existen.

Desplazamiento, acción inexistente en Colombia. Ésta se ha cambiado por migraciones internas, pues se ajusta más al contexto actual de posconflicto.

Flores, Intento de regalar productos naturales, pero al final éstas se marchitan.// algo que se le pone a los difuntos y se le da a los vivos.

Israel, Pueblo elegido por Dios para ocupar el mundo así sea con negocios o la guerra.

Olvidar, Verbo que busca no recordar algún evento o persona, Colombia es especialista en este tema.

Palestina, Pueblo odiado por los elegidos de Dios.

Poeta, persona que describe en palabras la condición humana y su miseria.

Policía, persona que dice: “yo soy la autoridad” encarno al Estado y hago lo que se me da la gana.

Seguridad, cualidad que designa la conveniencia de dar protección al mercado y a los industriales. Ver historia de Colombia presidencias de Turbay (1978) y Uribe (2002…200?).

Sindicato, Organización malévola inspirada en oscuros pensamientos de igualdad y de respeto por condiciones laborales dignas. A veces su unidad de clase se rompe por dádivas.

Tortura, valioso método de persuasión para encontrar respuestas. Algunos grupos en América Latina son especialistas en estas tareas.

Tú, Segunda persona del singular, a la que se le interroga con preguntas y no contesta.

Yo, Primera persona del singular, que cree que el mundo es suyo y que se considera así mismo un superhombre, por ello se arroga el derecho de aniquilar cualquier especie.




martes, 27 de enero de 2009

La lluvia.

Cosas que se reacuerdan bajo la lluvia…

En algunas ocasiones las personas prefieren dejarse tocar por el agua que se vierte por las nubes, en otras oportunidades, casi siempre todos, prefieren tomar algo que los proteja, una sombrilla, un periódico viejo, una bolsa, una maleta de mano, etc.

Sin embargo cuando no se tiene nada a mano, las personas salen en desenfrenada carrera y tratan de ocultarse en cualquier sitio que les de techo. Pero en su huída, las pequeñas gotitas, como diría Cortazar, se estrellan contra el cuerpo del prófugo, y cuando menos este lo espera, toda su humilde humanidad ha sido empapada por completo.

Hay otros seres, que al ver que se aproxima un chaparrón, se sientan a espiar -bien sea por una ventana, o bajo un techo al aire libre- la lluvia hasta que ésta cese por completo. Dos cosas pueden presentarse para que se de este acto, uno por simple espera, y otro, por el deleite, casi inexplicable, de ver como cae la lluvia.

Sin embargo, hay otras personas más osadas que prefieren caminar mientras las gotas se desprenden de las nubes. No importa si la lluvia es ligera o fuerte, lo verdaderamente imprescindible, es que se pueda sentir como el agua se desliza por todo el cuerpo, claro está, que tal peripecia, en muchas ocasiones tiene un mayor disfrute si se ejecuta compañía del sexo contraio.

Se que puedo

Se que te puedo escribir esta noche,
se que te puedo amar esta noche,
se que te puedo besar esta noche ,
se que te puedo sentir esta noche,
se que te puedo oler y gozar
tu cuerpo esta noche,
pero cuando lo intente la cama ya estará vacía.

miércoles, 21 de enero de 2009

Jueves 2 de octubre

Al final las palabras si fueron de despedida…

Como no recordar aquel jueves de madrugada, era la primera vez que no estabas. Sobre la cama miraba la ventana por la que apenas cruzaban las primeras mirlas para cantar la salida del sol.

Desde allí recordaba tu mirada rutilante y profunda, desde la cual podías escudriñar las almas de los demás, era para ti como un juego de alquimia, de pasiones sin límites, de amores desbordantes, y de deseo incontrolable.

Siempre vestida de sepulcro y de colores desvanecidos para siempre, miraba con arrogancia la vida y a todo aquel que pudiera vulnerar su fortaleza, que se montaba sobre la ironía y el sarcasmo, el rencor y la soberbia, el amor y la locura. Era todo ello un frenesí.

Cuantas cosas hubiera querido decir, pero al final no pude. Fue preferible dejarte ir como siempre quisiste, con la mirada hacia arriba, sabiendo que cada paso quedabas era un lenta despedida.

Así te fuiste aquel día. Fue como si cada parte de tu cuerpo viejo y cansado, hubiera orquestado su final, tu gran final hacia el fuego o la carroña, fue como una despedida lenta y vibrante, en la que decías hasta siempre sin el más mínimo reparo por lo vivido.

martes, 20 de enero de 2009

Un seductor diario

Unas palabras de Gonzalo Arango, Nadaista colombiano

“A veces soy feliz, especialmente cuando amo. Dejo que la vida me pase por los ojos y me dejo existir con una pasividad que no hace resistencia al temor ni a la idea de morir. El espíritu de inquietud cede sus furores al silencio, y una especie de bruma adormece las impaciencias del alma.

Pero el amor, aunque es mi sentimiento más creativo, no puede ser nunca la imagen de un amor feliz. Tiene que ser, necesariamente, un sentimiento de turbación, de ruptura. Tenerlo a distancia para conquistarlo, en esa lucha radica su belleza. Poseer plenamente un ser es destruirlo. Así, un sol deslumbrante destruye la luz, sofoca la mirada y arruina el esplendor de los objetos. La posesión es mortal al deseo, le roba su encanto, su misterio, ese misterio que es la esencia del amor, su arma más seductora. Por eso, la mujer que oculta su identidad en un antifaz, es excitante hasta la locura: estimula nuestra pasión de posesión, nuestra pasión creadora. Su ocultamiento se abre como un desafío a nuestra sed de conquista.

La mujer, al entregar su amor, debe conservar para sí una zona inédita, de penumbra, ésa que el hombre descubrirá después de la posesión, que casi siempre deja en el espíritu un sentimiento de rendición y nostalgia.

Si en ese proceso de la conquista esa zona se ilumina con la plenitud, los amantes deben renovarla, crearle al cielo de la pasión una nueva estrella y una nueva distancia. Y así, el proceso creador del amor se hará infinito, y el sexo dejará de ser un reclamo transitorio del instinto, para convertirse en un poema de vida y atormentada belleza que sellará su duración, salvándose de las amenazas de la rutina y el tedio.

No proclamo la astucia y la traición que son armas fraudulentas del amor pueril. Quiero excitar a la mujer a una rebelión de su naturaleza para que se sacuda los complejos seculares de la burda dominación que la tienen sometida a un destino miserable de objeto erótico y justificador del egoísmo viril. Esta liberación será posible cuando la mujer decida romper las antiguas estructuras que no le permiten más alternativa que una fatalidad procreadora, y cuando abandone el coqueto narcisismo del eterno femenino, por cuya imbecilidad ha pagado un precio demasiado caro. Entonces sí será un ser humano, un espíritu creador de valores cuyo porvenir no sólo es el hombre, sino la Historia.

Todos amamos alguna vez, y fracasamos un poco. La experiencia, unida a la reflexión sobre los sentimientos, nos enseña a conocer la naturaleza del alma, que es compleja como el misterio del mundo.

El amor tiene dos enemigos mortales: la felicidad total y la desdicha total. Ambos, si se erigen en sistemas eternos de vida emocional, acabarán por destruirlo. Lo ideal sería una verdad de amor cuyo equilibrio radicara en un poco de certeza y un poco de duda; de posesión y de lejanía; de plenitud y ansiedad; de ilusión y nostalgia. En la síntesis de estos opuestos el amor encontrará su centro de gravedad, su energía y sus fuentes de duración.

—¿Por qué nunca dices que me amas?

—¿Para qué? Adivínalo. Si te lo estuviera recordando a toda hora te aburriría y dejarías de amarme.

Tenía razón. Con su silencio ponía en movimiento mi fantasía, me excitaba a una lucha con sus fantasmas interiores, me ponía a dudar, a padecer los terrores de la esperanza, o las dulzuras de la desesperación.

El único porvenir del amor es el presente, y merecerlo cada día. Pues el amor tiene la duración de las cosas efímeras: del día, de la ola, del beso. Su “eternidad” depende de ese movimiento continuo para que una ola forme a la siguiente, y el beso induzca de nuevo al deseo. Con este ritmo incesante el amor puede ganarse como una victoria para cada día, que es mejor que para toda la “eternidad”.

Esa es, en esencia, la naturaleza y el destino del amor: lo que nace, vive, languidece, muere, y constantemente resucita. Y su resurrección dependerá del milagro que no es otra cosa que la Poesía. Pero esta poesía no son versos, ni se refiere a idealismos despojados de carne. Esa Poesía es Vida, está hecha del cuerpo de los amantes, sus deseos, sus silencios, y de cada átomo de energía viviente.

El amor, esa efusión, no es un divorcio del cuerpo y del espíritu, sino sus bodas. No existe el amor carnal ni el amor ideal. Tales prejuicios son aberraciones de la moral. El auténtico amor, el puro amor, es la apoteosis de cuerpo y alma en la unidad viviente de dos seres triunfando sobre la muerte.

Digamos en su honor que el amor es un misterio, y que su única evidencia es que existe. Pues sin duda existe y aclara otros misterios con su poder revelador. A veces, en noches de desamparo y amargo ateísmo, en brazos de una mujer, he descubierto el rostro de Dios. Por eso para mí es sagrado, porque colma en mi alma los abismos de lo divino, la necesidad de un ideal que dé sentido a la vida y haga florecer la tierra. Pues Dios es todo lo viviente, sobre todo una mujer amada, excepto cuando carga el amor de cadenas, de servidumbres, para hacer de la vida un infierno.

Esos pensamientos que imprimo sobre el amor son la respuesta a una pregunta furtiva de una mujer burguesa. Ella quería saber si el amor era para mí algo espiritual o material. Yo le dije con sumo respeto:
—Señora, son las dos cosas, pero en la cama.

Como era célibe y puritana se escandalizó. Pero yo no tengo la culpa de que el rostro de la verdad sea, como en el amor, un rostro desnudo. Mejor dicho, dos rostros desnudos.”

Gonzalo Arango

lunes, 19 de enero de 2009

Tan sólo son palabras

Mis manos lentas sobre el teclado no dejaban de poner ideas sueltas sobre aquella página en blanco. Muchos me decían que era un espectáculo delirante enfrentarse a ella por vez primera; el no saber que escribir era algo que me aterraba, sin embargo, con cada punzada que daba a las teclas de aquella espantosa máquina de la tecnología, me llevaba a creer en lo maravilloso que era sentir éxtasis por cada palabra que se concretaba en oraciones que salían como burbujas de mi cabeza.

No era un simple ejercicio de escritura, era más que eso, era poner sobre palabras lo que había aprehendido en el libio de mi vida y de otros que había leído. Era escupir, vomitar, hacer presentes las emociones más bajas e insanas, vehementes y melancólicas, un juego de múltiples ensoñaciones, de juegos futuros, de deseos y anhelos.

Hacer todo aquello era sentir que mí mundo estaba vivo, que tenia mil cosas por contar y decir; hacerlo me dejaba escapar de una realidad que me absorbía a cada paso y que me dolía; encontrar entre las palabras un refugio a mi vida taciturna era un subterfugio y la mejor de las recompensas. El no poder seguir haciéndolo era como si me cortaran las venas que transportaban mi sangre roja y espesa, era enfrentarme de una vez por todas al baobab de Exupery.

Pero al fin de cuentas esto no había ocurrido, pues como lo había hecho el ingenioso principito, que se las había sabido arreglar para que ellos no demolieran su mundo, yo, al igual que él, insistía con paciencia para cortar cada raíz que intentará desvanecerme en el olvido y la miseria de mi paradójica existencia, que se debatía entre los dolores del alma y el júbilo.

A los deseos

¿Has visto las estrellas fugaces en el firmamento?
ellas son puntitos blancos hechos de plastilina que se sueltan
en las noches de claridad, buscando a alguien que les pida un deseo.

Cuando las personas las atrapan, las toman de la cola
y les susurran cosas al oído, y ellas salen despavoridas
a buscar sus cajas de herramientas de los deseos.

Una vez saben que necesitan, toman algo de allí y de acá,
un poco de esto y de aquello, y al terminar, miran donde poner lo prometido, y se sientan a esperar hasta que alguien lo reclame

Vete

Quiero sacarte de mi cabeza, de mi alma, de mi estómago,
gritarte putita, ramera de Sodoma, encarnación de Lilith,
pecadora, pero no puedo; en lugar de eso sigues aferrada
a mi columna, a mi carne, a mi cuerpo como una dulce
molestia sin la cual no puedo vivir.

Cuando

Cuando quise decirte muchas cosas no estabas, cuando pude encontrarte dentro mis recuerdos no estabas, cuando estabas no escuchabas, porque no estabas; ahora sé que te has ido, que ya no estarás, y que cada palabra que diga sobre lo que fuimos no la conocerás.

Si bien supiste como llorar, reír y amar, olvidaste hablar para decir cuando regresarías a mi lado, cuando dejarías las flores sobre la mesa, o quizás simplemente cuando repicarías el timbre de la puerta para saludar.

Sé que ahora no estas, sé que te has ido, sé que cuando vuelvas, seremos otros, pero siempre sabré que sí estarás para escuchar; que cuando menos lo crea, y menos lo espere, estarás allí parado sobre el camino en espera de otro encuentro.

Ausencia.

Para aquellas mujeres que aun caminan… A las madres que siguen buscando a sus desaparecidos, y que ya no sienten temor

Porque insistes en decir que no soy, porque insistes en decir que no puedo, que no tengo razón, que tú palabra es siempre adecuada, y la mía siempre desatinada. ¿Por qué ves enemigos dónde no los hay?

¿Qué debo hacer para hablar?, ¿a quién puedo preguntar?, si cada vez que lo hago me dicen que no existo, que si hablo no entro, que si entro debo callar. ¿Cuándo podré decirte que no soy la culpable? Miremos juntos el camino, y respóndeme con franqueza, ¿qué mal te he hecho yo?, si lo único que te pido es un poco de atención y que me dejes decir a dios a los que no han de volver.

Déjame de perseguir, no busques más, aquí estaré yo para verte a los ojos. Mi paciencia estará hasta el último halo de aliento que me quede. Puedes escindirme, desvanecerme, maquillar mis manos y pies con el tinte carmesí de mis venas, tomar mi cuerpo si lo deseas, poseerlo en la carne, pero no me tendrás.

Sólo quiero que me escuches, que me reconozcas, y no me niegues que existo, pues tú sabes que siempre estoy parada frente a tu ventana mirándote fijamente, en espera de alguna respuesta.


Las buganbil.

A la maga quien podía oler las flores sin preocuparse por ellas…

Me gustan las buganbil porque
ellas se agarran de las pequeñas ramitas de los árboles
hasta que deciden marcharse a explorar el espacio.
Es como una marcha sin retorno;
Una vez se sienten maduras y
más bellas y moraditas que nunca,
se sueltan vertiginosamente contra el mundo.

Al terminar su descenso y chocar lentamente contra el suelo,
construyen un tapete brillante y tupido;
Siempre altivas y bellas, unas más cercanas a otras,
pegaditas, juntitas, se sientan a esperar a morir sin color.
Pero cuando su bello deceso ocurre,
se dejan ir lentamente perdiendo su coloración
sobre el pasto o el pavimento,
diciéndole adiós al mundo y a Los ojos que las vieron nacer y morir

Sin palabras.

A la maga que nunca me dijo que hacer…

Porque no escribir, porque no pensar, ¿qué malo ha de ser?
Tal vez sea la redención de la carne, la gruta que se cierra y me atrapa
La melancolía que viaja desde lo más insana obscenidad hasta la más sórdida locura, que se trasforma anquilosa en miles de dudas.
Donde hallar la salida, nose, tal vez, quizás. ¿Hacia dónde dirigir la mirada que se pierde en el vacío?
Tan solo eran emociones atrapadas, en espera de respuestas
.