Estuve al tanto de tus ojos y aretes negros,
también me fije en tú camisa,
en tus caderas, manos y calzones de rayas.
Te miré fijamente, y traté de adivinar tus labios.
Me reí contigo y de ti,
de los recuerdos pasados que no fueron pocos,
del café negro, y mi extraño sentido del sin sentido.
Gocé de tus insultos,
de tú religión y agnosticismo,
gocé escudriñándote con mi olfato;
traté de ser locuaz pero no pude,
pues tan sólo me salió
una tonta notita en una estampilla
de una cerveza.
Al final del día, ya bajo la lluvia,
palmoteo por aquel encuentro casual:
hasta luego.
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