sábado, 28 de febrero de 2009

Caminata


Para Anita que a pesar de todo sigue bebiéndose la vida…sigue adelante en tú andar…que estas palabras te sigan llenando de vitalidad…

¡Vamos¡ caminemos y tómame de la mano; mientras andamos miremos al perro de la calle, sus pulgas y costillas que se le cuentan por la escasa comida que consume. Miremos al “desquiciado” que vive en su mundo, en la basura, y en el frío pavimento de las avenidas.

Miremos el graffiti de las paredes blancas, saturadas de tantos mensajes de amor y desdicha, pero que ya nadie lee. Miremos los árboles marchitos que dejan en sus últimas hojas tú nombre.

Miremos a la mosca solitaria que lucha por abrirse paso entre los carros; a las prostitutas y sus coloretes relucientes; también miremos a la gente que corre sin mirar, y que ignoran que arriba de sus cabezas, en los edificios altos, ocurren cosas sorprendentes.

Miremos juntos al estudiante taciturno, a las telarañas que todos ignoran en la cafetería en la que tomamos el te, a los miles de chicles que están atados al suelo, y a los gatos que se aparean en el tejado de tú casa.

Finalmente… ¿Sabes qué es lo más especial de todo esto?

Que tú y yo nos conocimos.

martes, 24 de febrero de 2009

Algo de Baudelaire. El alegre muerto: De las flores del mal


Quizás como diría Baudelaire, a veces hace falta desprenderse de lo sereno y bucólico, para comprender otras cosas que nos negamos a ver y que hacen parte de la esencia de las seres humanos.

El alegre muerto

En la tierra arcillosa que invadió el caracol
cavaré con mis manos una fosa profunda
donde quepan mis huesos, donde pueda dormir
olvidado, igual que el tiburón en el mar.

Yo destesto lo mismo testamentos y tumbas,
y prefiero a implorar mientras vivo una lágrima,
invitar a los cuervos a que sangren feroces
hasta la última fibra de mi inmunda osamamenta.

¡oh, gusanos, amigos negros, sordos y ciegos,
recibid a este muerto siempre libre y jocundo;
regalones filósofos que vivís de la carroña,

devorad insensibles a mis despojos, decidme
si sabeís si aún esperan más torturas a un viejo
cuerpo falto de su alma que está muerto entre muertos.

Ch. Baudelaire

Un Simple Beso


Un beso lento, pausado, a veces con pocas pretensiones de ser una gran cosa, ocultaba en su desarrollo pequeños suspiros, y de vez en cuando algunas corrientes frías que bajaban por toda la línea media del cuerpo, y se alojaban en la grupa de ella.

En ocasiones cuando sus labios se encontraban, los besos podían ser tibios y cálidos, otra veces fuertes y audaces. Los primeros tomaban su tiempo, exploraban el contorno con sutileza y se suspendían en pequeños instantes.

Los otros, más audaces y fuertes que los primeros, se topaban en la liquidez del tiempo, pues siempre eran más rápidos y cambiaban de posición abruptamente, sin embargo, existía una sincronía sellada por el cruce de una mirada fuerte y penetrante que decía muchas cosas y a la vez nada.

Instrucciones para un postre (pensando en Cortazar y sus Cronopios)


Para la Maga que sabe como enseñar, y a Julio por crearla.

Toma unas moras y fresas bien frescas, de aquellas que sólo se dan en temporada de cosecha. Selecciónalas cuidadosamente y quítale las hojas que cuelgan de sus cabecitas como si fueran un sombrero. Recógelas en un recipiente de cristal, llévalas a lavar y deja que el agua las recorra a cada una de ellas.


Durante este proceso, asegúrate que tus manos y las yemas de tus dedos, sientan los pliegues y puntos redonditos de las frutas. Toma una por una y repite el procedimiento. Si gustas, puedes tener una entre los dientes y pellizcarla lentamente hasta que su jugo se quede en tu boca.

Luego de hacer esto, busca una vasija con agua y la dejas en el fuego hasta que burbujee; cuando el agua esté calientita, vierte las fresas y las moras, pero hazlo suavemente para que no se vayan a estropear. Una vez realizada tan increíble operación, toma un poco de canela en astilla y parte una porción moderada. Siente como su fragancia se adentra en tu nariz implacablemente; cierra los ojos para mayor efectividad.

Agrega un poco de azúcar morena y algo de vino tinto y añádelos a las frutas. Deja el fuego en medio hasta que ellas se aderecen con los olores y vapores de la mezcla que preparaste. revuelve lentamente cada tres o cuatro minutos, y no desprendas tu mirada hasta que esté lista.

Una vez esté el aderezo, toma un plato pequeño, de esos de postre, agrega algo de azúcar sobre los bordes, para ello puedes humedecer el contorno con algo de naranja para que ésta no se desprenda. Sirve el almíbar, y cuando lo hagas, agrega algunos clavos de olor y canela sobre los lados.

Llévalo a la mesa, y allí siente su aroma deslizándose por el ambiente, como haciendo parte de tu cuerpo, el cual fue destilado por el vapor de la cocción: luego toma una pequeña cuchara con una delicada porción, llévala a tú boca, y siente en tus labios y papilas como se deshacen cada pequeño y simple sabor de las frutas; paladea lentamente cada instante y repite hasta que se consuma todo por completo.

P.D. Este tipo de aderezos deben ser preparados en compañía.

Si las cosas no fueran como son

Si tal vez Rimbaud te hubiera visto por la calle de la avenida, te hubiera susurrado cientos de cosas al oído, con el ánimo que tú estuvieras más cerca a él. Las mil noches en vela que había pasado escribiendo cada palabra de tú nombre, y de los rubores que salían de tú cara, por cada expresión que él quería decir, y que no aguantabas escuchar.

En ocasiones él pensaba en la manera en cómo hacerte saber, que su imperfecto cuerpo desdeñado por los años, sentía que tan solo un pequeño roce de tu piel blanca, que más se asomaba a una tez empapada por la anemia, hacía que su mirada se trastabillara en otras direcciones para contenerse, y no decirte que te extrañaba, y que sentía el peso de tú silencio.

Cuantas cosas más había de pensar, cuantas más había de sentir; como él hubiera querido explicarte que su estómago, se explotaba cada vez más con las palabras que cruzaba contigo. Un conjunto de sensaciones que ya no tenían explicación alguna, y que se convertían en súcubos que rondaban su cabeza por las noches, y en los momentos menos esperados.

Se preguntaba Rimbaud ¿Qué hacer?, ¿Qué decir? Escribir, pensar, encausar, permitir, callar, observar, escuchar, etc.; múltiples posibilidades, unas inciertas y otras más ampulosas, que no permitirían que sus súcubos lo abandonaran de una vez por todas. Ahora, sólo le restaba esperar y seguir en la copa del árbol de las letras, huyéndole a lo terreno y sólido, escapar por momentos de la liquides de la razón para zambullirse en la denuncia de su afecto.

sábado, 21 de febrero de 2009

Cosas simples

Para la amante secreta de Anaïs y sus laberintos del Minotauro...

Te voy a pedir un favor: enséñame a mojar una galleta de vainilla en una taza de leche sin que ésta se parta en dos…enséñame a contar hasta cien y a vocalizar para no decir torpezas…enséñame cómo mirar las estrellas que nunca duermen… enséñame a pensar sin pensar y a ver que el sin sentido también tiene sentido.

Te voy a pedir otro favor: ¡sigue viviendo¡

jueves, 19 de febrero de 2009

Melancolía

Para nadie en especial…sólo para mí.

La melancolía me atrapa, ha desdibujado mi alma quebrantando todas las leyes de la razón; siempre trastornada por la tristeza y la desdicha, me persigue hasta hacerme arrodillar y estremecer en el pavimento de la ciudad.

Quiero escapar de ella, dejarla atrás, no volverla a mirar. Conocer otras fronteras en dónde ella tan sólo sea un espectro de los sesenta meses en que me trató de atormentar. ¿Hasta cuándo podré dejarla?

He querido huir en las páginas y las letras, en el vacío y la música, pero ella se empeña en seguir allí con su tétrica sombra, mas yo sé que algún día la miraré nuevamente, y la pondré en una jaula del tiempo perdido para que nunca más me vuelva a seguir.

lunes, 16 de febrero de 2009

Esperanza: perteneciente al baúl de las cosas que odio y amo al mismo tiempo.

Me voy a permitir esta tarde odiar la poesía. Odiarla hasta el delirio, aborrecerla y negar su existencia; no voy a permitir que describa la vida con otras palabras, que llene de sentido el amor y la muerte.

La voy a odiar de manera implacable por decir cosas frustrantes y bellas, por calcular la rima y la métrica que no conozco; la voy a odiar por enredarse en palabras selectas, y por hacerme creer que el mundo es diferente a como lo veo.

La voy a odiar por aquellos que la escriben y sienten placer en hacerlo, y no se dan cuenta que es una esquizofrenia; voy a desterrarla por no dar las claves del disfrute de la vida, y por hacerme creer que Whitman tenía razón.

Maldita, mil veces maldita por llevar versos que enamoran y frases simples que empalagan; y finalmente la voy a odiar, por tener siempre la esperaza de ser leída y compartida junto a otra persona como tú.

Unas palabras para compartir de Luis Alberto de Cuenca: El desayuno, De "El hacha y la rosa" 1993

El desayuno

Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más,
tanto que casi no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno»

Luis ALberto de Cuenca.

Las tumbas

A Lina Margarita quién aun cree que se puede hacer algo….y desea librar el mundo de los demonios…


Las tumbas están abiertas, la chamusquina quemada ha dejado su huella…los persiguieron, quemaron, cortaron y los refugiaron bajo la tierra.

Pero ahora ya abiertas, los hombres verdes niegan todo y la verdad sale a medias; el príncipe, la corte, y los lacayos hipócritas no bajan la cabeza por vergüenza.

Maldita estupidez, infames todos nosotros por acallar y permitir; pero que más se puede pedir a los habitantes del noveno circulo del infierno, que aun creen en las bondades de los guantes de la derecha y de la izquierda.

martes, 10 de febrero de 2009

Locura.


A mi hermano el cazador de sueños…


En algunas ocasiones cuando puedo recordar mi infancia, llegan a mis pensamientos las cosas que me sorprendieron. Desde los viajes a la luna, las gotas de agua que hacen ondas en un charco cuando hay lluvia, la putrefacción de un animal carcomido lentamente por un ejército de larvas, hasta la primera vez en que fui llevado, sin saber porqué, a un lugar en el que se guardaban los recuerdos, y objetos de las personas en estantes de cristal. Qué puedo decir de aquel día, en verdad son muy escasas las letras y las palabras que se pueden soltar, para explicar lo que pude ver más allá de los soliloquios de erudición de los adultos.

Bien sea una mística sensación, o una simple locura pasajera, pero el sólo hecho de haber atravesado el dintel del inmenso panóptico, me transportó a otro lugar del cual nunca había oído hablar. Tal vez, como ocurre en cientos de oportunidades, la extrañeza ante lo diferente puede llegar a ser muy provocador o sugestivo. Pasillos largos, paredes altas y blancas, coloreadas por luces amarillas, que se descolgaban del techo me dieron su bienvenida.

Muchas lecciones sobre mis antepasados pueden regurgitarse, sobre sus leyendas y héroes. Pero mi amigo el cazador de sueños, no dijo mucho al respecto, pues permitió que mis preguntas lo atacaran de vez en cuando, y sólo se dedicó a responderlas con voz pausada. Y en verdad fue lo mejor, pues fue la posibilidad inexorable e implacable de poder soñar el mundo de los adultos de otras formas.

Es el poder creer que existen buques de papel, que un petroglifo es un recado que alguien dejó a su mamá para avisarle que llegaba tarde, que un museo no es la casa de juegos de personas que buscan tener memoria, sino un lugar en el que las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia existen, y el Yurupari juega escondidas con Pedrito Claver y los cimarrones de San Basilio.

Ahora, un poco alcanzado por los años, y viviendo en el mundo de los hombres grises, soy conciente que no se puede pender siempre del hilo de la lógica y la razón, que prefiero saltar charcos que no existen, subir paredes invisibles y ser un Cronopio honorario.




domingo, 1 de febrero de 2009

Unas palabras del Viejo Whitman

¡ADIÓS, FANTASÍA MÍA!

¡Adiós, Fantasía mía!
¡Adiós, querida compañera, amor mío!
Me voy, no sé adónde
ni hacia qué azares, ni sé si te volveré a ver jamás.
¡Adiós, pues, Fantasía mía!

Déjame mirar atrás por última vez.
Siento en mí el leve y menguante tic tac del reloj.
Muerte, noche, y pronto se detendrá el latir de mi corazón.

Durante mucho tiempo hemos vivido, gozado, y acariciado juntos, en deliquio.
Ahora hemos de separarnos. ¡Adiós, Fantasía mía!

Pero no nos apresuremos.
Largo tiempo, ciertamente, hemos vivido, dormido, nos hemos
mezclado el uno con el otro.

Si morimos, pues, moriremos juntos (sí, continuaremos siendo uno),
si vamos a algún sitio, iremos juntos a afrontar lo que ocurra:
quizás seremos más libres y alegres, y aprenderemos algo,
quizás me estés ya guiando hacia las verdaderas canciones, (¿quién lo sabe?),
quizás eres tú el mortal pomo de la puerta que deshace, gira...
Finalmente, pues, te digo:

ADIÓS! ¡SALUD, FANTASÍA MÍA!

Una reflexión: El trabajo y la razón instrumental.

El trabajo y la razón instrumental.
***
Introducción.

Los aires de la revolución francesa llevaban consigo a la razón, aquella que sólo existía en los proceso de transformación de lo real, en la libertad del individuo, emancipación que se traducía en la capacidad de los seres humanos para poder disponer de la realidad y del mundo, el cual se iba adaptando a las crecientes necesidades del hombre.

El hombre fue modificando el mundo a través de la invención de maquinas a vapor, locomotoras, flotas marítimas, etc., fue abriendo paso a la propiedad privada y la acumulación de capital. Nuevos horizontes se veían, las antiguas economías feudales fueron abandonadas poco a poco, para dar camino a un nuevo sistema económico; los “mercados crecían sin cesar; la demanda iba siempre en aumento. Ya no bastaba tampoco la manufactura. El vapor y la maquinaria revolucionaron la producción industrial. La gran industria moderna sustituyó a la manufactura…desarrollábase la burguesía, multiplicando sus capitales y relegando a un segundo término a todas las clases legadas por la Edad media[1]”.

Tales procesos fueron estructurando a la razón como algo instrumental, en donde el ser humano podía determinar en cada caso qué medios eran necesarios para alcanzar un fin cualquiera. La razón fue identificándose con lo civilizado, con el progreso, con la dominación técnica de la naturaleza; la razón fue perdiendo su contenido original, la emancipación del individuo estaba cada vez más en duda, el ser humano ya no estaba en una posición digna y valorada.

La sociedad actual no escapa a estas consideraciones, en ella aún se sigue presentando una razón instrumental, tal ves sea un poco categórico afirmar esto, sin embargo, estas cuestiones me permiten plantear como hipótesis, que la evolución del capitalismo en su modo de mejorar la producción en corto tiempo, en las formas de organizar el trabajo, la trasformación de valores, la manera en que se concibe el tiempo, el trabajador y las relaciones cara a cara, son producto del “capitalismo flexible”, de una razón instrumental y del servicio del conocimiento a favor de los medios de producción dominantes.
***

Daniel Defoe, en un bello epígrafe consignado en “los versos satánicos”, escribe que “Satanás, relegado a una condición errante, vagabunda, transitoria, carece de morada fija; porque si bien a consecuencia de su naturaleza angélica, tiene un cierto imperio en la líquida inmensidad o aire, ello no obstante, forma parte integrante de su castigo el carecer…de lugar o espacio propio en el que posar la planta del pie”.

Tal angustia de un diablo errante, vagabundo, caído en desgracia, y cuyos valores de honradez, verdad, lealtad, confianza, etc., no volvieron a ser los mismos, y dieron como resultado que se castigara a este ser angélico enviándolo a un suplicio eterno en el cual no consigue gozar de un espacio fijo ni de la tranquilidad necesaria para poder descansar; del mismo modo este tipo de cosas ponen un punto de acento en el hombre, en aquel ser del mundo actual que tampoco, al igual que diablo de Defoe, puede tener la certidumbre de su futuro ni de cómo van a ser las relaciones con sus otros congéneres.

Pasando a un plano más concreto o “real”, si se le puede llamar de esta forma, aquella angustia del hombre o del demonio es consecuencia del cambio de la sociedad en relación a las maneras en que se organiza, piensa y produce, una transformación producto de los diferentes procesos sociales, culturales, políticos y económicos. Si embargo, tales cambios, siguiendo a Horkheimer, son el producto de una sociedad que ha estado bajo la represión y la no existencia de individuos libres.

La represión y la no libertad de los individuos pueden ser entendidas en las nuevas configuraciones del trabajo, en el capitalismo flexible. Este es algo más que una simple variación del antiguo capitalismo, es una condición en el que el trabajador es exigido en el avance de tareas y comportamientos ágiles, asuma riesgos y esté dispuesto a enfrentar cambios.

Junto a estos cambios, el carácter, (una gama de características personales que son estimadas por los individuos mismos y se espera que los demás lo valoren de las misma manera, los cuales, siguiendo a Sennett, pueden ser valores como la lealtad, el compromiso con otros, la búsqueda de objetivos alargo plazo, etc.) es alterado, pues se transforma “el aspecto duradero a largo plazo, de nuestra experiencia emocional”[2], que permite que estos valores se consoliden en las relaciones laborales.

Ahora el desapego y la cooperación superficial, remplazan los valores de lealtad y servicio, y esto gracias a que el mundo actual se rige por la consigna “nada a largo plazo” que desorienta la acción planificadora de las personas, disuelve los vínculos de confianza y compromiso en donde el cuestionamiento del tiempo es más reiterado que nunca, ya que se fue convirtiendo en algo flexible y que debía ser manejado por las personas; anteriormente tales circunstancias eran diferentes, puesto que existía una estructura burocrática que racionalizaba el tiempo, una “jaula del tiempo” dirá Sennett citando a Weber. Hoy las personas aparentemente son dueñas de su tiempo, gozan de mayor “libertad” para disponer de sus espacios, empero, este manejo es de disponibilidad, es decir, de estar disponible a cualquier momento que se necesite, de estar supeditado a las disposiciones de la empresa.

Con todo esto, el ejercicio del control de los empleados también ha cambiado a otras formas, ya no se necesita de formas burocráticas rígidas para hacerlo, se han abandonado las estructuras piramidales, dando paso a las redes de flexibilidad y estructuras flexibles de control y poder. El aparente autocontrol del tiempo es un mero espejismo, ya que por medio de los ordenadores, los teléfonos móviles, el correo electrónico, etc., el trabajador es vigilado en sus tareas. Una expresión más de coerción, de represión de las actividades humanas.

La reducción del tiempo de trabajo y su autocontrol, que en principio, y de manera aparente, tiene como objetivo mejorar las condiciones de trabajo, no son sino una prolongación de la jornada laboral, aunque ésta se desarrolle dentro de los mismo límites del horario, aumenta la cantidad de trabajo, pero no el tiempo para llevarlo a cabo, ello acarrea que las personas obtengan los mismos ingresos por más actividades y desmejoren su calidad de vida, y sin embargo, y como paradoja, optimizan la producción y aumenta el poder del capital.

Dentro de este contexto, se pretende que el trabajador actué en forma colectiva, pero dichas actividades no superan más allá de un simple trabajo en equipo, pues como anotaban Chanaron y Perrin, aun se evalúa el trabajo y la producción de manera individual, elementos que se evidencian en el salario del trabajador. Igualmente en consonancia con Sennett, Armstrong afirma que las decisiones importantes sobre la producción siguen concentradas en las manos de la dirección, “el trabajador es simplemente reciclado hasta el punto que pueda realizar operaciones revisadas….”[3].

Las operaciones repetidas en la producción son conocidas por todos los trabajadores, pero tan solo algunos de estos puede dar cuenta de qué lugar ocupa, de cuál es su función en el engranaje de su sitio de trabajo, el resto de personas se limitan a repetir tareas y seguir operando una máquina, sin ser concientes de su labor.

Las cuestiones tratadas hasta aquí permiten observar que el “nada a largo plazo” hace que la experiencia sirva de poco, que nada este seguro en el actual mercado mundial y laboral, que cada proyecto que se intente llevar a cabo debe ser a corto plazo, significando esto que las personas pueden ser prescindibles independientemente del trabajo que halla realizado, dejando las puertas abiertas para que las personas, al igual que el Satanás Defoe, estén relegadas a una condición errante, vagabunda, transitoria, carente de morada fija, realizando en su vida diaria trabajo fragmentados, que aumentan la angustia por no conocer el futuro.

En resumen “el nada a largo plazo” corroe la confianza, la lealtad y el compromiso mutuo, puesto que no hay tiempo suficiente para desarrollar vínculos sociales duraderos, todo es flexible. Dejando entrever que las modernas redes institucionales están signadas débiles relaciones sociales laborales, en el que priman asociaciones fugaces y menos conexiones a largo plazo.

Por otro lado, es evidente que los individuos en el tiempo actual son dominados por una razón instrumental, que sin duda alguna seguirá perpetrándose por largo tiempo en un mundo que ha perdido por el camino del “progreso” y el “desarrollo” la razón emancipatoria y la libertad; el hombre anda deambulando entre el aburrimiento, el dolor, el placer, una felicidad breve y una libertad aparente.

La libertad del hombre en estas condiciones no existe, ya que el trabajo, como forma original de la autorrealización de él, no es realizado voluntariamente, sino bajo la coerción, “es trabajo. Forzado y no constituye por lo tanto la satisfacción de una necesidad, sino sólo un medio para satisfacer necesidades fuera de él….por tanto el hombre (obrero) se siente libre en sus funciones animales tales como comer, beber, procrear”[4].

Sin embargo, y aunque el panorama sea un tanto angustioso, hay que apostarle a un sujeto activo, en términos de Giddens, un sujeto con agencia, con capacidad de decisión, constructor del mundo y de las estructuras que lo conforman, un ser reflexivo, que cuestione la información que le brindan los medios de comunicación. No es una misión fácil, talvez toque recurrir a filtrar la información para un puñado de personas, informándoles lo que se esconde detrás del gran muro, es una labor de paciencia y de espera, que depende de cada uno y nuestra capacidad de resistencia, de la manera en que se puedan crear las alternativas para construir relatos de identidad y de un nosotros, tal y como planteaba Sennett.
[1]MARX, Carlos. El manifiesto del partido comunista. . Colombia, El pentágono editores, 1990. Pág. 15
[2] SENNETT, Richard. La corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo. Barcelona: editorial Anagrama, S.A. 2000. pág. 10.
[3] ARMSTRONG, Peter. “Trabajo y capital monopolista”. En: R, Hyman y W. Streeck. “Nuevas tecnologías y relacione industriales”, Madrid ministerio de trabajo, 1993, Pág. 190
[4] Marcuse Herbert. Razón y revolución. Altaza. Barcelona. 1994.p.237
Bibliografía

SENNETT, Richard. La corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo. Barcelona: editorial Anagrama, S.A. 2000

ARMSTRONG, Peter. “Trabajo y capital monopolista”. En: R, Hyman y W. Streeck. “Nuevas tecnologías y relacione industriales”, Madrid ministerio de trabajo, 1993.

CHANARON, Jean-Jacques y PERRIN, Jacques. “ciencia, tecnología y modos de organización del trabajo”. En: CASTILLO, Juan José, “las nuevas formas de oganización del trabajo: viejos retos de nuestro tiempo”. Madrid, Edita Ministerio del Trabajo y Seguridad Social, 1998.
Marcuse Herbert. Razón y revolución. Altaza. Barcelona. 1994.

MARX, Carlos. El manifiesto del partido comunista. . Colombia, El pentágono editores, 1990
Horkheimer Max. Teoría critica. Amorrortu. Bueno Aires.