jueves, 30 de julio de 2009

Recuerdos.

Déjame pedirte un recuerdo.
Déjame pedirte un recuerdo.
Déjame pedirte un recuerdo de esos
que sólo tú sabes dar, de aquellos
que se guardan en la memoria;
dame un recuerdo de tus manos, de
la fragancia de almendras y vainilla
de tus carnes.

Dame un recuerdo de tú casa, de tú vida,
uno sólo que me permita recordarte,
así sea uno de tú indecente risa.
Déjame pedirte un recuerdo
del santiguar que no haces
o de las lágrimas que ya “no
salen” en Trujillo
porque ya no hay nadie,
y se ha olvidado todo.

miércoles, 8 de julio de 2009

Buenos días

Postrera indiferencia de tú cama he sentido,
he mirado tú sueño de nueve o diez horas
y la orgía que allí armas.
Te gozo indefinidamente,
no importa si despierto y aún revuelcas
el alborotado pelo amarillo de tú cabeza,
en la almohada blanca que me robas
en la madrugada.
Me acoplo a ti,
a tú cintura, al sudor de tú piel,
al rojo de tus mejillas, y al aliento desequilibrado
de tú boca, cuando recién despiertas, sonríes
y dices buenos días.

viernes, 3 de julio de 2009

Elogio a una banca

Siempre cuando deambulamos por ahí, saltamos las cosas, no nos detenemos a mirar que nos dicen, porque reciben un nombre, o quizás, porque no se llaman de otra forma. Incluso cuando las vemos creemos que ellas, las cosas, los objetos, siempre han estado allí como espectadores inmortales y pasivos, que esperan, algún día, captar un poco de atención. Por ejemplo, ¿se han preguntado alguna vez por una banca solitaria en un parque?

Pues bien, son esas estructuras sólidas hechas en diferentes aleaciones y colores que al estar solas, sin gente encima de ellas, tú cruzas por el frente de éstas y le dices a alguien, o a ti mismo, me siento aquí o allá, ¿qué extraño impulso nos lleva a tomar esa fría decisión?, ¿comodidad? o ¿exclusión? En algunas oportunidades posan inermes en colegios, parques, cementerios. Habitan la ciudad y los pueblos, sirviendo de consuelo a caminantes, a los marchitos en penas, incluso se permiten ser tomadas como una cama dura para el desprevenido que se duerme, o para algún nocturno pasajero de la calle.


Cuantas personas o cosas no habrá albergado en su superficie: novios, amigos, un lector, la nota de un suicida, un niño que salta en ella, o tal vez un ave, que al momento de alzar vuelo la bombardea de excremento. Bueno, cuando eso ocurre, tan sólo pasamos los ojos por encima, nos llenamos de repugnancia, y no nos atrevemos a tomar asiento. Lo cierto es que las bancas en su soledad, en el frio, el sol canicular, o la lluvia, dejan que los recuerdos de sus efímeros amantes se posen sobre ellas, hasta se dejan llamar de otra forma, pues saben que queremos hacer más sencillo o menos aterrador nuestro pequeño mundito.



miércoles, 1 de julio de 2009

Preguntas.

No preguntes por mí cuando el sol esté caldeado,
no preguntes a mis antepasados por mí,
porque ellos no me conocieron,
no preguntes por mi irreverencia a los jerarcas,
ni trates de saber quien soy.

No preguntes por mis manos que te acariciaban,
ni preguntes como te tomaban.
No preguntes por el amor que te tengo en las tardes de lluvia,
ni por mi deseo inexpugnable a amarte.

No preguntes cuantas frases más he de escribirte,
ni preguntes porque aún te llegan flores,
no preguntes cuantas veces he cruzado por tú ventana y no estás.
No interrogues al tiempo, y calla cuando me tropiece en tus recuerdos.