lunes, 1 de junio de 2009

Agustino

Agustino ha roto sus cadenas,
el amo intentó detenerlo
con látigo, hierro y fuego, pero
no pudo hacerlo.

Agustino rompió en lágrimas,
su mujer y sus hijos hechos esclavos -por ser negros-
no pudieron huir.
Tendrá que volver de nuevo a la hacienda,
a cortar caña, a mirar los animales y alimentar
una vida que no es la suya,
sino la del conquistador,
la del poderoso blanco.

Ya han pasado varios años
desde que las cadenas se liberaron,
los cimarrones que huyeron han vencido,
su dialecto ha sido propagado junto con
las maracas, tambores, conunus y la marimba.

Sin embargo, los descendientes de Domingo Bioho,
de las tierras de Benin, Guinea, Costa de Oro…
Aún escalan paredes olvidadas,
en pueblos que viven entre sombras,
en casas de palos viejos, latas, y poco de agua dulce,

Y allí las voces que cantan
bullerengues, lumbalús,
currulaos y berejús,
tratan de resistir el olvido,
en medio de rones y tabacos,
encalambrando la memoria de aquellos
que creyeron, y aun creen,
que el negro no tiene alma.

2 comentarios:

  1. Claro que es un poema nostálgico

    Aún así me gusta, me atrae, me recuerda cosas.

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  2. oye, qué lindo!

    Lleno de paisaje, rítmico de tambores y sonidos hondos.

    Lleno de penita, también.

    Abrazo con sol.

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